House of Cards: Netflix innovando

«Se puede disertar sobre la dirección de la serie (Fincher es productor, pero está claro que sus instrucciones han ido a misa), de la fotografía (neutra, apagada, deliberadamente decadente) y del casting (maravilloso), pero lo que importa a la hora de ver House of cards es el despliegue de cinismo, de amoralidad, de depravación, que se esconde tras cada gesto, tras cada conversación». Toni García Ramon, en Jot Down.

El cabroncete de Kevin jodiendo a base de bien en House of Cards

Hace unas semanas empecé a ver -y me enganché enseguida- la serie de Netflix House of Cards. Produce (y dirige el piloto) David Fincher (Seven, El Club de la Lucha) y protagonizan de manera espectacular Kevin Spacey y la diosa Robin Wright (ex-Penn). Y como la serie da para escribir sobre ella del derecho y del revés, y no encontraba la forma ni el momento de enfocar cuatro palabras adecuadas, me ha venido al pelo el artículo antes citado de Toni García Ramón en la cultural Jot Down. Excepcional revisión la suya. Recomiendo lectura e inmediato visionado de la serie… antes de que nos pongamos de nuevo con la sexta de Mad Men y la tercera de Juego de Tronos (ésta, unos peldaños más abajo, pero eficaz como entretenimiento serial).

Pero contenido aparte, House of Cards merece una aproximación contextual que es tanto o más importante que la serie en si. Dejando aparte que existe una versión primigenia de la serie de factoría británica (habrá que buscarla, desconocía el dato), lo importante, sin embargo, viene a continuación.

De entrada, la serie no ha sido producida por ninguno de los grandes canales americanos: ni NBC, ni ABC, ni CBS, ni HBO, ni Showtime, ni la PBS. Netflix, el mayor sitio web norteamericano dedicado al streaming de series y pelis se ha echado al monte. Y lo ha hecho innovando: 1) ha puesto a disposición de sus abonados (33 millones) los 13 episodios de la serie de una tacada; 2) ha utilizado la gigantesca información que posee sobre sus usuarios para, detectando sus preferencias sobre actores, directores y tramas, producir y dar en el clavo. Es lo que hacen iTunes, Amazon o Google para potenciar sus respectivos buscadores y acertar con las recomandaciones personalizadas. Y es lo que ya se han propuesto hacer algunos de estos gigantes tecnológicos (Microsoft incluido): empezar a producir su propio contenido, en lugar de adquirir derechos.

Y aún hay más. Al parecer, cada episodio de la serie cuesta unos 4,5 millones de dólares -aparte de lo que se lleva David Fincher-, por tanto están produciendo más caro que el resto de canales. Pero la cifra es ridícula teniendo en cuenta que no tienen que invertir apenas en marketing (cualquier canal se deja alrededor de 40 millones USD en promocionar un estreno) puesto que han producido tras analizar las preferencias del público y les basta con destacar la serie en cualquier comunicación a sus abonados y en su propia web, con lo que tienen audiencia asegurada.

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